El comienzo de un nuevo año o la próxima finalización de este verano en el que todavía nos encontramos constituyen épocas propicias en las que plantear nuevos compromisos, nuevos retos o nuevos cambios con el objetivo de encontrarnos mejor física, cognitiva y/o emocionalmente. Ya sea por los sentimientos de culpa ocasionados por la pérdida de rutinas llevadas a cabo durante el resto del año o por necesidades de cambio para sentirse mejor o alcanzar nuevos metas, el planteamiento de objetivos es algo muy humano y responde a esa capacidad (y función) del pensamiento humano de organizar y planificar los pasos necesarios para lograr aquello que uno considera necesario para uno mismo.
Pero, ¿qué ocurre con esos propósitos?
La falta de constancia, la desconexión con esa necesidad o la tendencia procastinadora (entiéndase como “procastinación” a la tendencia a postergar las actividades para atender a otras “necesidades” de carácter más cómodo o agradable) hacen que la fuerza con la que se inicia el propósito u objetivo marcado se vaya diluyendo.
Para evitar esto algunas pautas como las siguientes pueden ayudar:
– Planificar los tiempos que se va a dedicar a la actividad o logro. En la medida que se organiza un espacio dedicado a llevar a cabo tal actividad, se facilita una cierta motivación a la hora de dedicarlo. Así, se crea una rutina y se facilita a que todo tú “yo” se prepare (cognitiva, afectiva y comportamentalmente).
– Dividir el objetivo o propósito en objetivos más pequeños y fáciles de alcanzar, teniendo en cuenta el tiempo que se le va a dedicar, el momento y los posibles elementos distractores que pudieran surgir (tanto lo referido al cansancio o nivel de energía que cada uno tiene como a otras actividades paralelas que puedan distraerte).
– Crear o fabricar elementos que recuerden y evoquen la motivación de alcanzar tal logro u objetivo y que actúen como incitadores a la hora de realizarlo.
– Buscar el apoyo de personas que compartan el mismo objetivo o que puedan reconocer el logro de tal propósito. El reconocimiento de los demás y el reforzamiento externo constituyen aspectos motivadores para el mantenimiento de las actividades.
– Y, lo más importante, terminar y finalizar los pequeños objetivos del día a día. Aquello que se termina, motiva y aquello que motiva resulta agradable por lo que será más fácil continuarlo y retomarlo.
Y, como pertenezco a la condición humana dejo aquí mi compromiso. Como comenté en el anterior post, este verano hay nuevos cambios en mi web y uno de ellos es la creación de este blog.
Espero vuestras aportaciones o propuestas de temas. Podéis hacerlo a través de email o de las cuentas de las redes sociales en las que me encuentro.
Ismael Limones
Psicólogo-Psicoterapeuta
www.ismaellimonespsicologo.com