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El síndrome del selfie

Los especialistas advierten, con cierta preocupación, de la imperante obsesión cada vez más extendida de dejar huella y testimonio en la red de nuestra vida privada. Sobre todo en los más jóvenes, poco a poco se extiende esa especie de “ley no escrita” que dicta que si no estás en la red, o en las redes sociales, simplemente, parece como que no existes.

Podríamos decir que hoy en día, prácticamente nadie desconoce el anglicismo “selfie”, con el que definimos no sólo a los autorretratos que inundan los perfiles y cuentas de redes sociales, sino que también hace referencia a las personas que se obsesionan y se crean la obligación de publicar y compartir, incluso de manera compulsiva, estas fotos o cambiar su perfil a diario. Este tipo de conductas tan extremas, a veces condicionadas por lo que referíamos antes de la imperiosa necesidad de estar en los medios, puede responder a una personalidad con marcados signos ególatras y narcisistas.

En estos casos, quienes buscan con mayor frecuencia la aceptación de la gente mediante mediante la publicación de selfies en las redes sociales, pueden sufrir un contraproducente efecto rebote si no reciben la retroalimentación esperada, lo que puede llegar incluso a dañar su autoestima.

Las cifras son desorbitadas. Se calcula que tan sólo en Facebook, pueden estar circulando en torno a 240.000 millones de selfies, lo que nos puede ayudar a hacernos una idea de la magnitud de esta realidad. Según los expertos y atendiendo a estas cifras, ya no podemos hablar de “moda”.

Pero ¿Cuáles son los principales motivos que nos empujan a realizar un selfie y, sobre todo, subirlo a la red? Hay varias motivaciones:

  • Para compartir momentos que consideramos especiales.
  • Para presumir de algún logro u objetivo alcanzado.
  • Por mera diversión.
  • Por el deseo de enviar un mensaje concreto para alguien y hacerlo de forma totalmente pública.

No obstante, sociólogos y psiquiatras concluyen que las personas sólo exhibimos la parte que deseamos mostrar, construyendo por tanto una identidad que no se corresponde al cien por cien con nuestra realidad y que se expone al juicio de los demás, esperando recibir signos de aprobación y aceptación. Esto puede deberse a estados de soledad, inseguridad y vanidad.

Autor: Ismael Limones