Una pequeña mirada hacia el interior…la meta de la autoobservación

Autoobservarse implica detener el tiempo en un instante, mirar y prestar atención en uno mismo y desde ahí observar detenidamente qué es lo que ocurre.

“Estamos más acostumbrados a concentrar nuestra atención en las percepciones exteriores que en los procesos internos” (Freud, 1888).

Dirigir la mirada hacia el interior de uno mismo, ahondar en el “ego” o en la concepción de sí mismo supone explorarse, conocerse y comenzar a comprenderse. Esto conlleva a entender las dificultades actuales como parte de un proceso de interiorización de experiencias, emociones y formas de comportarme ante el mundo.

“Cada uno se ha hecho “experto” en una determinada forma de arreglárselas que, si se usa en exceso, también se convierte en el núcleo del aspecto disfuncional de nuestra personalidad. A medida que las defensas y estrategias de nuestra personalidad se van estructurando, nos desconectan de nuestra experiencia directa de nosotros mismos, de nuestra esencia. Entonces, la personalidad se convierte en la fuente de identidad, en lugar de ser el contacto de nuestro ser. Nuestro sentido de nosotros mismos se basa cada vez más en imágenes internas, recuerdos y comportamientos aprendidos y no en la expresión espontánea de nuestra naturaleza. Esta desconexión con nuestra esencia nos produce una profunda ansiedad, que se manifiesta de manera diferente en cada persona” (Riso y Hudson, 2001).

Ahondar en la construcción del propio carácter (diferenciándolo del temperamento que tiene una connotación genética) supone tomar conciencia de aquellos automatismos que cada uno tiene y que le hacen actuar sin conciencia y con escaso manejo de su vida y de la satisfacción de sus necesidades. Ese es el objetivo fundamental de la terapia: la toma de conciencia sobre uno mismo, sobre las necesidades propias y sobre el proceso por el cual cada uno se dirige hacia lo que quiere, a veces de manera frustrante, otras de manera satisfactoria.

El proceso terapéutico requiere ser entendido como un modo de “buscar la manera de que el ser humano pueda darse cuenta de qué es lo esencial de sí mismo” (Adrianna Schnake, 2008).

“Los principios de la Gestalt aplicados a la terapia tienen como objeto “despertar” a las personas. Darles instrumentos para que, en breves lapsos, puedan darse cuenta de aspectos inadvertidos de sí mismas, de “huecos” de su personalidad, de los modos en los que no se permiten crecer y de cuanta energía gastan en pelear con otros sin mirarse a sí mismos” (Adrianna Schnnake, 2008).

Y, ¿cómo facilitar la conciencia? ¿cómo hacer conscientes estos procesos? Facilitar el acceso al campo de las emociones, a lo afectivo, a lo relacional, a lo corporal,…dirigir el foco de atención hacia otros aspectos de uno mismos que no sean lo puramente mental. Autoobservarse…

“Mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida (…). La autoobservación permite la entrada automática de más presencia en tu vida. En el momento de darte cuenta de que no estás presente, ya estás presente. En cuanto eres capaz de observar tu mente, ya no estás atrapado en ella. Ha entrado en juego otro factor que no es mental…” (Eckart Tolle, 2007).

El terapeuta constituye un espejo en el cual es posible retroalimentarse de todos aquellos aspectos a los que yo soy “ciego” pero que el otro si puede percibir…Es, por tanto, un proceso interactivo donde la relación terapéutica se constituye en la herramienta más eficaz: el espacio en el que nos relacionamos, profundizamos en tu ser y vamos ampliando el campo de conciencia sobre el “sí mismo”.

(Imagen extraída: http://www.flickr.com/photos/jiuck/4621866567/)

Autor: Ismael Limones